Alberto O’Connor y Latil (1902-1971)

Hijo del irlandés (de origen español) Alberto O’Connor Barron y de la madrileña Ivonne Latil Boix. Se casó con Magdalena Vallejo Zarazua (1905-2000) el 30 de abril de 1929 en Madrid, España.

En la audiencia del 4 de mayo de 1937, Isabel de Palencia se quejó al ministro sueco de Exteriores (Sandler) de la actividad llevada a cabo por algunos españoles simpatizantes de la causa rebelde en Estocolmo: uno, llamado O’Connor, que había estado refugiado en la Legación sueca en Madrid, tenía contactos con la España de Franco y con Portugal; otro, Joaquín Herraiz, Profesor titular (Lector) de español de la Universidad de Estocolmo, incluso recorría la capital sueca luciendo la bandera roja y gualda en su coche. Isabel de Palencia había prohibido a su personal hacer ondear en sus vehículos la bandera republicana, con excepción del automóvil oficial de la Legación.

Los hermanos Carlos y Alberto O´Connor habían estado refugiados en la Legación de Suecia en Madrid al estallar la Guerra Civil. Carlos era técnico industrial y Alberto era ingeniero y profesor de la Escuela especial de Ingenieros Industriales de Madrid (según esquela de ABC 21/12/1971 pág. 116). Carlos se convirtió en accionista y consejero de CEE desde 1942, pero la Embajadora se refiere a Alberto O’Connor y Latil, presidente de la Compañía Española Ericsson S.A. antes y después de la Guerra Civil. Alberto había entrado en 1931 en el Consejo de la Sociedad y fue su principal impulsor en los momentos de crisis, principalmente en la postguerra.

El 18 de julio de 1936, la UGT y la CNT de la Compañía Española Ericsson S.A. movilizan a todos sus asociados para hacer frente a la grave situación de levantamiento militar contra el Gobierno republicano que se está gestando en el Cuartel de Artillería de Getafe, hoy sede de la Universidad Carlos III de Madrid. Según sostiene el profesor de la Universidad Autónoma de Madrid José Luis de los Reyes, en una ponencia titulada «Getafe: guerra a 30 kilómetros de Madrid»:

El Sindicato Metalúrgico de Getafe, vanguardia y alma de la clase trabajadora […], movilizó a todos sus afiliados que fueron los primeros en acudir a los puestos de combate […]. A las doce de la noche del día 18, en previsión de cualquier apoyo a los sublevados, las calles de Getafe estaban vigiladas por oficiales, mecánicos y soldados de aviación, junto a las fuerzas de la Casa del Pueblo. […] A esta fuerza se unieron unos sesenta paisanos, de las Juventudes Socialistas y del Partido Comunista.

El 20 de julio, fracasado el intento de rebelión militar en Madrid y como medida de precaución, por orden del Gobierno de la República se incautan los Talleres Ericsson, cuya dirección pasará al Centro de Transmisiones, lo que lleva aparejado el despido de varias personas consideradas no afines a la República. Los Talleres estaban valorados en esos momentos en unos cuatro millones de pesetas. El 20 de septiembre, las centrales sindicales llaman a sus afiliados a hacerse cargo de la CEE, con el argumento mendaz de que esta había sido abandonada por su dirección. Así decía un informe sindical de la época:

Inmediatamente, el Sindicato comprendió que, por razones de profesión, nuestros hombres eran precisos en Soldados en el frente usando equipos de telecomunicaciones. Página siguiente: 30 los talleres y fábricas para atender a la producción de material de guerra y por controlar nosotros directamente fábricas de tanta importancia en aquel momento, como eran las de construcción de aviones en Construcciones Aeronáuticas y la de telefonía de campaña en la CEE y, abandonadas ambas por sus respectivas direcciones, ordenamos a nuestros afiliados la inmediata vuelta al trabajo.

El 27 de octubre de 1936, las tropas nacionales se acercan a Getafe. Según cita otro informe sindical:

La noche anterior a la entrada en Getafe fueron desmontados a oscuras algunas máquinas y cierto utillaje y fueron transportados a Madrid, a la Escuela de Ingenieros de Minas. […] En la actualidad [junio de 1936] se está construyendo el utillaje completo para las centrales de campaña que fue dejado en Getafe.

La incautación de la empresa por parte del Gobierno de la República y el traslado de su utillaje y herramientas a Madrid convencieron a Alberto O’Connor para que colocara la fábrica «bajo el pabellón de Suecia, fundamentando esta decisión en la cantidad tan grande de intereses de esa nación en la mencionada sociedad», según recogen documentos de la época propiedad del Ministerio de Defensa. Poco después, el 5 de noviembre de 1936, el Gobierno de Suecia elevaba una enérgica reclamación diplomática al Gobierno de la República.

No obstante, la CEE mantuvo sus actividades en Getafe hasta poco antes de la entrada de las tropas del general José Enrique Varela en la ciudad, hecho que tuvo lugar el 4 de noviembre de 1936. Luego continuaría en Madrid hasta casi el final del conflicto.

Miembros anarquistas (de la FAI) de Getafe se llevaron detenido a Alberto O’Connor y a su cuñado, un capitán de infantería que trabajaba como jefe administrativo de Ericsson. Como la esposa de O’Connor presenciara la detención y comunicara el incidente al sindicato metalúrgico de la compañía (UGT y CNT), miembros de este, arriesgando su vida, rescataron a Alberto O’Connor en la zona de Getafe donde estaba retenido, pero no así a su cuñado, que fue fusilado. A O’Connor lo condujeron a la legación sueca de Madrid, desde donde partiría a Estocolmo; posteriormente, su mujer se trasladaría con sus hijos a Valencia, donde embarcaría en un carguero con el mismo destino. Pronto volverían a San Sebastián y, de allí, a Madrid. En aquellos críticos momentos de la contienda, figuraba como jefe de talleres Emilio Orantes Vico.

Con fecha 20 de agosto de 1938, Alberto O’Connor y Latil, en calidad de director gerente de la CEE y como «español», dirigía una extensa solicitud al general jefe de las Fuerzas Aéreas Españolas, sito en Zaragoza, para que le fueran devueltas maquinaria y mobiliario sustraídos por un italiano, llamado Manlio Gherardi Sanmarchi, que había suplantado la personalidad jurídica del propio Alberto O’Connor, con la pretensión de establecer una empresa de material de guerra en Toledo.

Finalizada la Guerra Civil y recuperada la dirección de la Compañía Española Ericsson S.A., en la que poseía un buen número de acciones, Alberto O’Connor decidió que había llegado la hora de ponerla nuevamente en funcionamiento. Con este objetivo, realizó innumerables y arduas gestiones. La CEE se había visto afectada en varios puntos por los bombardeos, tanto de la aviación como de la artillería de ambos bandos. También habían sido saqueados la maquinaria de utillaje y los archivos técnicos y contables. Por eso, uno de los primeros pasos fue solicitar ayuda pertinente, por considerar que la reconstrucción de la empresa podía acogerse a la Ley de Regiones Devastadas.

Después de la Guerra Civil el consejo estaría formado por Felipe Garre como presidente, Mario Viani, Alberto O’Connor y el sueco Lagergren. Este último, junto con el ingeniero jefe en Estocolmo Hans Torelli ejercieron una importante labor de control y dirección de la empresa española.